No hay duda que en la sociedad en que nos ha tocado vivir apostar por Cristo y por su Iglesia supone apostar abiertamente por una forma de vida diferente, por unos principios cristianos que chocan a menudo con los que se viven en el mundo.
En Papa Francisco nos decía en su Exhortación Apostólica que la Parroquia es la “Iglesia que vive entre las casas de sus hijos”, es presencia eclesial en el territorio, santuario donde los sedientos van a beber para seguir caminando, comunidad de comunidades, ámbito de la escucha de la Palabra, de crecimiento de vida cristiana, de diálogo, de anuncio, de caridad generosa, de adoración y de celebración.
Nuestra Diócesis de Canarias se compone de 299 parroquias, cada una con un pastor y con una comunidad que busca vivir en comunión con Jesucristo que nos convoca y nos empuja a salir a predicar el Evangelio.
El Santo Padre exhortaba a los miembros de las parroquias a ser agentes de evangelización y no un grupo de selectos que se miran a ellos mismos, él quiere que salgamos del individualismo y nos sintamos enviados a llevar la medicina de Cristo a tantas personas heridas como encontramos en nuestros ambientes, y concretamente en el aquí y ahora de una situación histórica de incertidumbre por las guerras y crisis económicas que van a golpear como siempre a los más vulnerables de nuestra sociedad.
Este año quiero, de manera especial, invitaros a todos a participar en vuestras parroquias, y al mismo tiempo agradeceros de corazón tanto como hacéis en lo material y espiritual para que esta Iglesia siga siendo Buena Samaritana que no pasa de largo ante los sufrimientos y dificultades de las personas que se encuentran desvalidas en el camino de sus vidas. Quiero que sepáis que de este modo ayudáis a construir, como dice el Papa, la casa de la armonía, donde la unidad y la diversidad se combinan entre sí para ser riqueza para todos. Si cada uno aporta sus propias cualidades, conseguiremos que cada parroquia sea una gran orquesta que trasmita al hombre de hoy la bella sinfonía de Cristo.
Quiero además que, con motivo de esta Jornada, demos gracias a Dios por nuestra Diócesis y por nuestras Parroquias. Pido al Señor para que todos podamos sentirnos en la Iglesia como en nuestra familia, para que nos dé un corazón generoso que nos permita aportar el trabajo
apostólico, la ayuda económica necesaria para llevar a cabo la tarea de evangelización, la conservación de nuestro patrimonio al servicio de la sociedad, y prioritariamente la ayuda a los más necesitados. Como Obispo os agradezco de corazón vuestra entrega personal y cuento con vuestras oraciones.
¡Gracias por tanto!
Con mi afecto y bendición
José Mazuelos Pérez, Obispo de Canarias